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jueves, 27 de marzo de 2014

¿Cómo acercarnos a un niñ@ con discapacidad?



A veces me pongo a pensar en esas miradas de personas desconocidas (y a veces algunas conocidas) que de pronto existen sobre nuestros hij@s con discapacidad: en la calle, en el restaurante, en el centro comercial, en la misma escuela. En su mayoría siento que son miradas de ternura y compasión. Otras, las cada vez menos, son de morbo, de indiferencia, de no saber qué decir, o de plano, mejor ni voltean…


Sin atreverme a juzgar, aquellas personas que evaden esa mirada, son indiferentes, o mejor no le entran, sólo corresponde a personas que carecen de suficiente información, de sensibilidad y hasta un tanto de miedo por no saber cómo entablar una relación con un niñ@ con discapacidad. ¿Cómo me le acerco?, ¿Cómo l@ trato? ¿Me entenderá? Y, ¿si llora? ¿O se enoja? ¿Su mamá qué pensará? Esas y otras preguntas seguramente saltarán durante la primera impresión. Sin embargo, al paso del tiempo nos damos cuenta que entablar una relación con un niño@ con discapacidad no es más que entablar de igual manera una relación de amistad como con cualquier otra persona.


Con la certeza de saber que vivimos en una cultura que apenas comienza a ser más consciente de la diversidad, no es hasta que uno tiene la oportunidad de convivir con alguien cercano con discapacidad para descubrir lo grande que son y lo “normal” que debemos “tratarlos”.


Tratar con una niñ@ con discapacidad…no es ni más fácil ni más difícil. Sólo es entablar una relación con una persona que es “diferente” a lo estadísticamente considerado como “normal” o “regular”. La manera quizá cambiará según cada persona, pero eso no tiene que ver con que si tiene o no discapacidad, pues todos somos diferentes y cuando conocemos a alguien también podemos poner barreras y no abrirnos tal cual somos a la primera. Las relaciones humanas de cualquier tipo no se dan a la primera, más bien se forman y consolidan a través del tiempo, ¿no?


En teoría, el acercamiento debe ser lo más N A T U R A L posible. Sin exagerar conductas, sin tratarlos como bebés o como niños más chiquitos. Tratarlos igual que trataríamos a otro niño sin discapacidad. Respetarles el derecho y la oportunidad a que se expresen como ellos lo puedan hacer. A veces con una palabra (hay que darles un poco más de tiempo a que contesten) quienes así lo pueden hacer, otros con una sonrisa, una mirada, un movimiento o se vale también con un llanto. La pauta la irá dando la misma circunstancia. Las mamás de hijos con discapacidad, generalmente, si es necesario, también vamos marcando y auxiliando pues somos quienes más los conocemos y sabemos sus formas de reaccionar ante lo desconocido o ante estímulos ambientales que pudieran complicar ese acercamiento. Aunque muchas de la veces, y más si no conocemos, también nos ponemos nerviosas ante una respuesta que, a nuestro erróneo juicio, no es la correspondiente, pero más allá de las formas preestablecidas. Lo más conveniente es dejarse llevar, pues si nos acercamos temerosos, con pena e inseguros, él o ella lo podrá percibir y de alguna forma manifestarlo. Son bieennn sinceros y por supuesto, no guardan apariencias ni quieren quedar bien con nadie. Al paso del tiempo y ya que conocemos al niñ@ con discapacidad nos sorprendemos de muchas cosas, “Ahh, sí me entiende”, “ahhh, sí sabe”… “ahhh, sí puede”…podremos llegar a exclamar.


Ojalá transmitamos eso a nuestros hij@s para que cuando vean en la calle, en la escuela, en una fiesta, en el restaurante o en cualquier otro lugar a un niñ@ “diferente”, es decir, con discapacidad, no seamos nosotros como adultos quienes quitemos la espontaneidad con la que ellos entablan una relación y, en todo caso, si observan que a sus hij@s les cuesta trabajo o no le quieren entrar, los inviten a que juntos se acerquen para conocerlos más. Les puedo asegurar que obtendrán una buena experiencia y tendrán quizá la oportunidad de quitarse el estigma que representa conocer y convivir con un niñ@ con discapacidad.

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